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La Vejez Del Perro

El ocaso de una vida

Entre los amigos de los animales, los cinófilos o entre aquellas personas que simplemente comparten sus penas y alegrías con un perro, casi nunca se plantea una cuestión inevitable, real y desagradable, pero que debe ser asumida en toda su crudeza. Por regla general, lógica, una persona que adquiere un cachorro debe pensar que, transcurridos ocho nueve o diez años, el leal compañero irracional, si no ha muerto antes por un accidente o enfermedad epidémica, comenzará una segura e imparable época de disminución progresiva de sus facultades físicas, que paralelamente inducen un sustancial cambio de carácter. La vejez, que, según las razas y el tipo de vida de cada ejemplar, comienza entre los siete y nueve años, se manifiesta muchas veces porque el animalito se vuelve ‘patoso’, queriendo recibirnos, por ejemplo, con los saltos y carantoñas habituales, tropieza o se cae con inusitada frecuencia. Además, su temperamento se torna inadvertidamente huraño y sus hábitos se hacen, de día en día, más sedentarios, duerme muchas horas y casi por obligación acoge los paseos que antes esperaba impaciente.

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Mientras no aparezcan enfermedades graves o taras irrecuperables, el problema se reducirá a tolerar y adaptarnos a la situaciún de nuestro perro.

Alimentación y cuidados especiales

La dentadura es uno de los atributos que se deteriora sensiblemente con la edad. Caninos y molares se vuelven romos, incapaces de triturar el alimento, algunas piezas se caen y el aparato digestivo se resiente con digestiones lentas o pesadas. La obesidad senil, muy frecuente en animales de compañía, contribuye al acortamiento de la vida a la par que agudiza la posible aparición de otras afecciones.

La dieta pertinente para estos ejemplares de más de siete años debe sustituir lentamente la carne por otra finamente picada, aumentando progresivamente las sopas de pan en caldo de verduras y arroz cocidos, mientras se reducen grasas, alimentos sólidos y, por supuesto, los huesos.

El ejercicio moderado no debe suspenderse pues con cariño, paciencia y afabilidad, tenemos que procurar que el animalito abandone la comodidad de la cesta o colchoneta para no ‘anquilosarse’ y declinar rápidamente. Los paseos nocturnos o de madrugada deben cambiarse a las horas centrales del día, durante las cuales la temperatura sea agradable, huyendo de las zonas frías o lluviosas. Tal vez tengamos que proteger con una ‘manta-abrigo’ las salidas cotidianas, al menos durante el invierno, y, por descontado reduciremos la velocidad de la caminata, pudiendo acortar el recorrido.

Amor, cuidados y comprensión no siempre bastan para que el perro, tras una vejez tranquila, tenga un final digno y rápido. Desgraciadamente, en muchas ocasiones, el animal queda ciego, es aquejado por fuertes dolores o sufre al verse inválido. En este caso, aunque nos cueste un gran esfuerzo, hemos de acudir al veterinario, que será, a la postre, quien puede decidir si ha llegado el momento de dispensar un tránsito rápido e indoloro al compañero de tantos ratos.

La decisión es dura, muchas veces no asimilada e incongruentemente rechazada, pero supone el mayor favor que podemos dispensar a nuestro fiel amigo.

Pero la vida sigue, aunque nunca se borrará el recuerdo, lo más acertado que podemos hacer es adquirir otro cachorro de la misma o distinta raza que nos haga disfrutar la inolvidable experiencia de tener un perro.