Gestacion Y Parto de Las Perras

La perra gestante

El embarazo en la especie canina suele tener una duración de cincuenta y ocho días, aunque puede oscilar entre cincuenta y seis y sesenta con posterioridad al acoplamiento. Es muy frecuente que en ejemplares de raza, jóvenes y bien cuidados, no se aprecien síntomas de preñez en las primeras semanas.

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El abultamiento del vientre y la hinchazón de las mamas en las hembras gestantes pueden ser evidentes a partir de los treinta o cuarenta días, momento en el que será preciso extremar las precauciones respecto al ejercicio y la alimentación, que ya con anterioridad se hubieren iniciado. Desde los quince días posteriores a la cubrición debemos disminuir los ejercicios violentos o el adiestramiento, sustituyéndolos por paseos suaves, de moderada duración y a ser posible por monte, campo abierto o jardines alejados de la contaminación ambiental propia de las grandes ciudades. Normalmente, la hembra preñada manifiesta un apetito mucho mayor de lo normal, devorando sin hartura aparente hasta el cuádruple de la ración habitual. Por supuesto se debe incrementar la cantidad y calidad de los alimentos a partir de la tercera semana, pero siempre bajo estricto control veterinario.

Carne, verduras, pan duro, arroz y pasta hervidos, que son los componentes normales de la dieta, podrán ser enriquecidos con huevo crudo cada dos días a razón de una unidad por cada 10-12 kg de peso vivo del animal. En razas miniatura se ofrecerán raciones proporcionadas y el huevo de gallina se sustituye por otro de codorniz. A partir de la quinta semana es conveniente, siempre previa prescripción del facultativo, iniciar una administración suave y dosificada de sales minerales cálcicas y fosfóricas, así como de vitaminas del grupo B. Sin embargo, es necesario recordar que suele ser peor pecar por exceso que no aportar de forma artificial estos compuestos que al fin y a la postre se encuentran en una dieta normalmente equilibrada.


Preparación del parto y alumbramiento

Desde la sexta semana de preñez, la hembra se torna más perezosa y taciturna o extremadamente mimosa, según las razas. Su apetito suele ser insaciable, así como la necesidad de agua para beber, por lo que será necesario vigilar el bebedero, rellenándolo cuantas veces sea preciso. Unos días antes del parto se podrá observar al animalito explorando rincones oscuros y tranquilos. Con un poco de observación, podremos intentar disponer el cajón en el sitio preferido por la futura madre.

La vasija puede ser construída enteramente en madera pulida, pero no barnizada, preparando un fondo de superficie variable acorde con el tamaño de la perra. Las paredes del cajón deben tener una altura comprendida entre los 25 y 30 cm, con la cara de paso rebajada de forma que el animalito no tenga dificultad en entrar y salir. Sobre el fondo puede disponerse una capa espesa de papeles de estraza o, mejor aún, de filtro que permitan un cambio fácil con vistas a mantener la mayor higiene. Llegado el momento, la perra manifiesta una temperatura corporal algo más baja de lo normal y se recoge para recibir a sus cachorros. Acostada de lado, tras algunos gemidos, llega el primer perrito que la hembra desembaraza del envoltorio placentario, cortando el cordón umbilical y lamiendo repetidamente al nuevo ser hasta limpiarle de todas las mucosidades. Mientras el animal infiere los restos en que venía envuelto su hijo, se prepara el nacimiento de los otros que aparecen a intervalos irregulares, cuya duración puede oscilar entre varios minutos y una hora.