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El Perro de Muestra Y Cobro

Razas de muestra y cobro

La primitiva asociación y subsiguiente domesticidad del perro en relación con el hombre fue muy probablemente originada por la actividad de la caza de grandes animales. El transcurrir de los siglos y la intervención humana, seleccionando las características más deseables de los ejemplares caninos, fueron moldeando tipos especializados, que seguidamente generaron las más antiguas razas.

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El uso de la pólvora y la generalización de las armas de fuego revolucionaron la caza, y los perros de muestra se fueron especializando en la detección de pequeñas piezas, de forma que alertaran de su presencia al cazador sin espantarlas ni provocar la huida prematura a una larga distancia del hombre armado, que situase al animal silvestre fuera del alcance del arma. Cada raza tiene una característica peculiar para denunciar a su amo la proximidad de las virtuales presas, y en casos como los bracos, setter y pointer, pueden alcanzar tal perfección que la postura de las patas o la cola del perro señalan con bastante aproximación la especie oculta entre la broza. La muestra, casi siempre de una plástica bellísima, es la culminación de la búsqueda por el olfato del perro del animalito que se oculta en pleno campo de la vista del hombre. Cuando el can detecta la proximidad inmediata de la pieza queda inmóvil, apuntando directamente con el hocico hacia el lugar de refugio, como congelado, con una pata encogida, la cola en tensión generalmente siguiendo la línea del dorso, sin aproximarse ni
intervenir con sus movimientos hasta que el amo no se lo indique.

Es más que probable que las razas de muestra, por excelencia, procedan de estirpes de antiguos sabuesos con gran olfato, que paulatinamente fueron amoldándose a las necesidades variables impuestas por la evolución de las técnicas del armamento, pero estos perros no solamente trabajan en la localización precisa de la caza menor, pues además recuperan los animales abatidos, que de otra forma serían muy difícilmente cobrados, y los llevan a la mano del cazador humano ejerciendo lo que se conoce como ‘cobro’ o recuperación de las presas cinegéticas. Estas dos labores son casi siempre simultáneas en todas las razas incluidas en los grupos cinológicos sexto, séptimo y octavo, correspondientes a ‘perros de caza menor’, ‘muestras continentales’ y ‘de caza ingleses’, respectivamente, pero siempre predomina más una de las aptitudes sobre la otra, lo que origina el nombre de ‘cobrador’ o ‘de muestra’.

Bracos, perdigueros, grifones y epagneul breton, junto con pointers, setters y cockers, son excepcionales representantes ambivalentes, con una puntuación generalmente mayor en la localización de presas silvestres, salvo en el caso de setters y cockers, que tienen una alta calificación en ambas tareas. Los retriever, sin embargo despuntan con mayor brillo en la recuperación de las piezas que, abatidas por sus amos quedan heridas, refugiándose en las más densas matas y arbustos o ya muertas caen en la maraña boscosa de una topografía accidentada e incluso en medio de un lago, albufera o río.

Muchas otras razas caninas cumplen a las mil maravillas las funciones descritas como axuliares en la caza, así como ejemplares mestizos pueden mostrarse insuperables para este trabajo, pero en cualquier caso, las naturales condiciones habrán de ser potenciadas por un adiestramiento cuidadoso y preciso que de forma gradual, paciente y metódica, efectúen el pulimento de un experto orfebre sobre una valiosa piedra preciosa, aumentando su fulgor, esplendor y precio.