Condiciones del perro guardián
El apego de los canes hacia sus dueños, así como el territorio que consideran de su círculo propio, ha sido potenciado por la selección artificial hasta depurar numerosas razas de ‘guardería’ que, en muchos casos, tienen en sus venas sangre de perros de pastor. La ‘inteligencia’, obediencia al dueño, rapidez, potencia y capacidad agresiva son condiciones necesarias que han de aglutinar estos nobles animales. La función primordial de estos guardianes irracionales es la disuasión y la advertencia, que, solamente en casos límite, pasará al ataque como última solución. Lógicamente la talla, peso y dentadura de estos canes, deben tener unas medidas y potencia mínimas que les faculten para cumplir su cometido.
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Guardería de viviendas unifamiliares e instalaciones valladas
Si para todas las razas es preceptivo y aconsejable la vacunación y desparasitación periódica, en el caso de los perros de guardería, esta medida es absolutamente imprescindible por las posibles consecuencias que una herida producida por el animal pudiera causar en una persona además del inicial traumatismo. Por otra parte, y no nos cansamos nunca de aconsejarlo, debemos contratar un seguro de responsabilidad civil, que cubra razonablemente los virtuales daños materiales causados por nuestro pupilo en un accidente. No hay que olvidar que el propietario es responsable ante la ley de las acciones de su perro.
En lugares visibles desde el exterior, cada veinte o veinticinco metros sobre la verja o vallado, así como en las puertas, se situarán carteles de aviso de la existencia de perros peligrosos con siluetas internacionalmente reconocidas.
A pesar de las advertencias carteles y medidas de seguridad que se tomen, siempre ha de reducirse el riesgo del accidente mediante un adiestramiento riguroso en obediencia del can o los canes dedicados a esta actividad.
Fases obligadas de la enseñanza
Como ya se ha citado, el pilar básico sobre el que gira la enseñanza inicial para la guardería es la obediencia ciega a las órdenes del dueño o cuidador. Congelar con un gesto o una voz un ataque ya iniciado no es, en absoluto, tarea sencilla. Los perros de guardería no deben ser jamás peligrosas fieras, sino instrumentos manejables que puedan proteger propiedades y personas, pero nunca agredir gratuitamente, ni con ferocidad.
Conseguida la obediencia fulminante, debe intentarse el rehusado de alimentos y golosinas, pues a través de cebos envenenados podrían intentar algunos desaprensivos deshacerse de los insobornables guardianes. Esta fase, no demasiado complicada, exige que el alimento sea servido siempre en el mismo lugar y por un grupo reducido de personas familiares para el can. El auxilio del veterinario es absolutamente imprescindible, ya que ha de preparar eméticos o vomitivos de acuerdo con el peso del perro, que se ocultan en albóndigas de carne y se dejan abandonados en el itinerario que recorra o le son ofrecidos por extraños. Al tragar estos ‘manjares’ el perro detecta la sustancia amarga o que le produce arcadas y asocia el consumo de golosinas no incluidas en su dieta con la sensación desagradable. Repitiendo este proceso llegará el día que el perro no acepte nada y reaccione violentamente contra el ‘inductor’ que le ofrece los cebos.
La identificación del territorio ‘a proteger’ queda establecida en los límites de la valla que recorrerán por su interior cuando sean liberados de los jaulones en sus turnos correspondientes.