CRIA DE CARACIDOS
Especies tradicionales de acuario: La familia de los carácidos, ampliamente representada en los cursos fluviales de Sudamérica, ha constituído una de las piedras angulares del mantenimiento de los peces tropicales. La mayoría de sus representantes son gregarios, gustando vivir en cardúmenes numerosos de comportamiento muy variable desde los tímidos y pacíficos tetra neon, neon gigante, Paracheirodon inessi y Cheirodon axelrodi, hasta los feroces y agresivos pirañas de los géneros Serraselmus o Roosveltiella. Muchas especies se caracterizan por la posesión de una pequeñísima aleta sobre el perfil del dorso, cerca del comienzo de la caudal, que se conoce con el nombre de aleta adiposa. La reproducción de las diferentes especies varía sustancialmente de unas a otras, pero en acuariofilia los ‘tetra’ siempre han tenido fama de minoritarios, solo accesibles a especialistas consumados.
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Determinadas condiciones físicoquimicas del medio, interrelacionadas con factores ambientales, como iluminación, temperatura y oscilaciones térmicas resultan esenciales para estimula; la cría de muchos carácidos, por lo que su conocimiento previo condujo a copiar en cautividad dichas variables. Por otra parte, el estado de madurez de los ejemplares suele ir precedido de una sobrealimentación variada y abundante en presas vivas. La preparación de los acuarios para la reproducción puede requerir una higiene máxima, por lo que se excluyen los fondos de arena, sustituyéndoles por una capa de bolas de vidrio, previamente esterilizadas. El uso de este material permite el acoplamiento de un filtro de fondo, que opcionalmente estará en funcionamiento, o fuera de servicio según el estado de la puesta o de los alevines. Las plantas acuáticas más empleadas: cabombas, elodeas, ceraptópteris, riccia y musgo de Java, han de someterse a una cuidadosa limpieza y ‘desinfección’, pudiendo dejarse libres o atadas en manojos lastrados con una piedra de cuarzo. Estos peces, ovíparos, frezan libremente despreocupándose de sus futuros descendientes e incluso devorando los huevos que quedan a su alcance. La puesta cae introduciéndose entre los intersticios del fondo, o queda adherida de forma anárquica a los vegetales de hoja fina que tapizan el recipiente, por lo que, un filtrado de rendimiento medio, puede absorber los huevos inutilizando los embriones. Sin embargo, la gran mayoría de especies de este grupo precisan aguas nitidas, oscuras y ‘envejecidas’, con un pH ligero o francamente ácido que, además, sean muy blandas o dulces con 2-8 DH.
Las plantas, bien limpias, se introducen en el acuario recién instalado, que puede acoplarse a un filtro de ‘petaca’ cargado con turba si conviniera una acidificación suplementaria. La luz se monta sobre una rampa luminosa a base de tubos Gro-lux y bombillas rojas de baja potencia. La temperatura inicial ha de ser idéntica a la que tenga el acuario de donde proceden los padres. Ya introducidos en la ‘cámara nupcial’, se eleva gradualmente la temperatura llevándola hasta la considerada óptima para la reproducción, que suele exceder de 2 a 4ºC a la normal de mantenimiento.
Se disminuye la intensidad luminosa dejando únicamente las bombillas rojas y se espera, observando frecuentemente, hasta la consecución de la puesta, que suele ir precedida por un comportamiento diferente de los peces. Comprobada la finalización de la ceremonia se retiran los adultos procurando no mover ni agitar el agua. El acuario ‘incubadora’ se deja en penumbra, sin filtrado, hasta comprobar el nacimiento de los alevines.