Nidificadores de superficie
Una de las características más conocidas de muchos peces, pertenecientes a esta familia que se mantienen y crían frecuentemente en cautividad, es la territorialidad de los machos adultos, que defienden encarnizadamente un rincón de su hábitat preferentemente de escasa profundidad y bien recubierto de vegetación flotante. En ese refugio, y mediante una secrecion grasienta, van encerrando en su boca pequeñas burbujas de aire, aspiradas de la superficie y que forman un nido espumoso bajo el que monta guardia permanente el encelado macho.
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A pesar de las peculiaridades diferenciales 1ógicas que caracterizan la fisiología de la reproducción y el comportamiento de las diversas especies, existen en esta familia una serie de connotaciones generales bastante comunes, que muchas veces condicionan el éxito en la cría en cautividad de algunas especies frecuentes en los acuarios tropicales.
Comportamiento paternal
Los machos recogen los huevos, ayudados o no por la hembra, con su boca y los incluyen entre las burbujas flotantes del nido. Tras la postura, el flamante padre aleja a su compañera, que deberá ser retirada a un tanque general o ‘de convalecencia’, poco o nada poblado, en el que será alimentada con presas vivas.
Hasta la eclosión de los alevines, treinta y seis a sesenta horas, según las especies, el padre repondrá las burbujas, que se deshagan en el nido e incluso cuidará celosamente de sus casi inválidos pequeños, pero es muy conveniente separarle de la prole lo antes posible para evitar su desgaste y la tentación de hacer presa en los jovencitos.
Formación de las parejas
La madurez de los machos suele manifestarse por la escasa aceptación de la compañia de otros congéneres del mismo sexo, salvo en algunas colisas y guramis. El celo, condicionado a una buena alimentación y temperatura óptima del medio, induce a los machos a perseguir a las hembras de su especie. Este acoso parece inducir la ovulación de sus compañeras, sobre todo en los géneros Betta y Macropodus. En las
reducidas dimensiones de un acuario de cria este ‘galanteo’ puede resultar mortal, ya que las hembras ‘desflecadas’, sin lugares donde refugiarse, pueden sucumbir al ardor de su galán. Por esto será necesario ‘tabicar’ con vidrio móvil el recipiente, permitiendo que las futuras madres descansen y se alimenten profusamente. Mientras el macho, con los colores muy avivados, prepara el nido espumoso.
Para facilitar la construcción de esa ‘incubadora acuática’, se cortará el burbujeo violento, reduciendo el filtrado de placa hasta el mínimo rendimiento e incluso inutilizándolo temporalmente a la par que se interrumpe el flujo de los filtros exteriores y de los aireadores, si los hubiere. La superficie del agua se rebaja hasta que la profundidad sea de 12-16 cm y se provee de una buena capa de riccia, salvinia, musgo de java o en su defecto cabombas y elodeas flotantes.
Cuando se observe que la hembra está bastante abultada y efectúa intentos de aproximación al macho, se retira el vidrio separador, caso de haber utilizado este sistema. Particularmente, preferimos utilizar tanques de cría más grandes, muy densamente cubiertos de vegetación sumergida, que posibiliten un galanteo, acoso y ocultación, seguidos por la consumación reproductora de forma más ‘natural’, aunque
vigilando, eso si, el buen estado físico de la hembra, que podrá esconderse por sus propios medios hasta que el momento haya llegado.