Lagunas y charcas naturales
Las lluvias primaverales, frecuentes en los climas continentales y mediterráneos europeos, propician la formación de lagunas y charcas semipermanentes entre campos, montes, bosques y eriales.
Cuando los primeros calores estivales acompañan las largas horas de luz diurna, esas láminas de agua sobre las que han comenzado a proliferar los vegetales sumergidos, flotantes o palustres, se cubren de verdor y bullen de vida.
/+/+
Multitud de formas oscuras, de gruesa cabeza y cola serpenteante, semejantes a peces deformes, recorren el estrato próximo al fondo. Pero también con un trasco de vidrio en el que recojamos parte de ese líquido, podemos observar gran cantidad de minúsculos seres vivos móviles, desde gusanos hasta crustáceos, como dafnias o cyclops, e incluso larvas de insectos: libélulas,
mosquitos, efémeras y dytiscus.
Un acuario sencillo, o mejor aún un recipiente que pueda ser habilitado como acuaterrario, nos permitirá, asimismo, transportar a nuestro hogar esa vida silvestre que parece que empieza a hervir con el comienzo de la primavera.
Una piedras o rocas silíceas, de cuarzo blanco o granito, perfectamente lavadas, pueden conformar los cimientos de la zona emergida. El fondo se prepara con grava, e incluso algo de limo, procedente de la propia charca, que se deposita sobre un filtro de placa de buen rendimiento.
Algunas plantas acuáticas del entorno: ranúnculos acuáticos, utricularias, ceratófilas, etc., pueden ser enraizadas en ese vivario especial, que podrá ser llenado con parte del agua de la charca y otra del grifo, previamente desclorada.
Los renacuajos se capturan con ayuda de una pequeña redecilla, montada sobre un mango rígido, y en un poco de agua del propio entorno se transportan en una bolsa plástica, impermeable o en un frasco de vidrio de boca ancha lleno de agua hasta las tres cuartas partes de la altura y perfectamente tapado para evitar la pérdida de líquido. Si el viaje de retorno es superior a dos horas de
duración habrá que destapar frecuentemente el bocal de vidrio, de forma que se permita un intercambio gaseoso, suficiente para impedir la asfixia de los renacuajos. El recipiente puede ser también decorado en su parte acuática con elodeas, y el número de renacuajos no excederá de uno por cada 2 ó 3 l de agua. Dependiendo de la época de captura conseguiremos ejemplares en
diferentes fases de desarrollo y, 1ógicamente, pertenecientes a diversas especies del orden Anuros, anfibios sin cola. Desde sapos comúnes hasta pequeñas ranas de San Antonio o ranas acuáticas, en sus formas juveniles podemos iniciar la observación de los complicados fenómenos de metamorfosis de estos anfibios .
La iluminación del vivario puede realizarse mediante una rampa artificial de las utilizadas en acuariofilia, o bien situándolo de forma que reciba luz natural directa.
El alimento de las formas apodas, con patas traseras, o los preadultos, con las cuatro patas, pero aún con cola, consiste, en libertad, en pequeños invertebrados acuáticos, crustáceos y larvas de insectos, que serán igualmente distribuidos en cautividad. Para la obtención de esas presas vivas podemos recurrir a su captura en las charcas y zonas húmedas más próximas a nuestro domicilio, e incluso podemos suministrar larvas de moscas, dafnias y nauplius de artemia de los corrientemente criados para alimento de diferentes peces, reptiles o aves.