Pequeños monos del viejo mundo
Conocidos por nombres vulgares variopintos e inexactos, e incluso llamados ‘titís’ cuando están muy alejados sistemática, fisiológica y geográficamente de los diminutos hapálidos del infraorden platirrinos, los verdaderos monos son en realidad representantes de la familia de los cercopitécidos que integran más de 60 especies africanas y asiáticas. Las características comunes al grupo son: Estrechez del tabique nasal con los orificios juntos que se abren en la parte inferior, presencia de callosidades isquiáticas más o menos desarrolladas (‘culo de mona’) y la cola de longitud muy variable, pero nunca prensil.
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Los cercopitecos verdaderos comprenden tres géneros de distribución africana, cuerpo generalmente alargado y esbelto, con cola de longitud superior a la del cuerpo. Los más pequeños tienen unas dimensiones máximas de 35-40 cm entre cabeza y cuerpo a los que hay que añadir 40 cm de la cola. Cercopithecus cephus, Cercopithecus aethiops, Cercopithecus talapoin, etc., son especies de tamaño reducido, muy indicadas para vivir largos años en cautividad, pudiendo superar los veinte o veinticinco con cierta frecuencia.
Ejemplares aislados y grupos
Esencialmente sociables y comunicativos, los cercopitecos pueden emitir sonidos bastante diferenciados y presentar actitudes especiales con posturas o muecas etológicamente signiticativas. La
tenencia en cautividad de ejemplares aislados o grupos más o menos numerosos, obligará a adoptar técnicas de manejo muy diferentes.
Los ejemplares aislados, considerados como mascotas, deben recibir un trato muy especial, desbordante de paciencia y cariño, en el que no se excluye el contacto físico mediante caricias, suaves rascados y llevar ‘en brazos’ o sobre los hombros al animalito, que de esta forma establece unos lazos afectivos muy estrechos con sus amos sustituyendo, al menos parcialmente, el complicado ‘status jerárquico’ que imperaría en su grupo originario.
Un cercopiteco recién adquirido suele presentar desde un punto de vista psicológico, una serie de frustraciones, tanto mayores cuanto más tiempo haya permanecido separado de sus padres o ambiente natural.
Además de elegir individuos jóvenes hemos de situarlos inicialmente en recintos poco luminosos, cálidos y tranquilos, exentos de ruidos anormales y bruscos. En el agua de beber se administrará una cucharadita de jarabe ‘antistress’ que puede ser de ‘biohuber’ infantil. La comida, a base de frutas gustosas y cacahuetes, se ofrecerá de la mano, embutida al principio en un guante ‘de
cetrería’ que nos proteja de eventuales mordiscos. Poco a poco, el monito irá ‘tomando confianza’ y gradualmente se le irá introduciendo en la vida familiar hasta que acepte la misma y se
integre plenamente en ella.
No debemos olvidar que a los pocos meses seremos la familia del pequeño cercopiteco en la que tratará de ganar escalones jerárquicos comenzando por los niños y utilizando incluso métodos ciertamente complicados.
La tenencia de grupos en jaulones amplios, menos común para la mayoría de los casos, requiere, sin embargo una vigilancia de la compatibilidad entre los distintos individuos y preferiblemente se
comenzará integrando grupos familiares en consonancia con el espacio disponible, ya que la superpoblación acarrea, casi siempre, enormes problemas de convivencia y llega a alterar sustancialmente el comportamiento y las costumbres de estos alegres, vocingleros y simpáticos monitos.