La cría, como consecución de la adaptación
Para todas las especies animales mantenidas en cautividad el éxito en la reproducción ha venido siendo considerado el baremo más seguro que permitía concluir en la definitiva adaptación de los ejemplares. Los estudios más modernos sobre comportamiento, etología y relaciones de los seres con otras especies y con el medio ambiente han permitido rebatir esta antigua y evidentemente falsa teoría que, sin embargo. supone un primer paso en la tenencia digna de animales cautivos. Los pájaros fueron desde hace milenios símbolos casi mágicos para el hombre que procuró retenerlos para poder regocijarse con su contemplación o con los melódicos gorjeos de reclamo. Algunas especies más fácilmente adaptables, como las palomas o las gallinas, se convirtieron no solamente en recreo, sino en proveedores útiles de huevos y carne aptos para el consumo humano.
/+/+
La reproducción de las aves como animales ovíparos supone un proceso más o menos generalizado en el que previamente ha de producirse el apareamiento. El comportamiento de poligamia clásico de galliformes y tejedores, contrasta vivamente con los ritualizados cortejos y formación de parejas duraderas más allá de la época de la cría, como en las psitaceas y algunas rapaces. Estas diferencias y las costumbres generales de una especie no son en absoluto reglas fijas, como puede comprobarse en el más que conocido canario y sus representantes domésticos y silvestres. Los machos de canario enjaulados son capaces de mantener simultáneamente varias familias con distintas hembras, pero en la naturaleza la monogamia es práctica usual en la especie. El periquito australiano, reputado como monógamo y fiel hasta más allá de la separación, se demuestra polígamo facultativo en los límites de una jaula más o menos amplia. Superadas las trabas inherentes al emparejamiento o formación de ‘harenes’ ha de estudiarse cada una de las tendencias en la deposición y subsiguiente incubación de la postura que puede requerir la formación o construcción del clásico nido. Las diferencias en la búsqueda de esos receptáculos aptos para depositar la futura prole pueden ser tan enormes como las que no exigen nada más que una superficie rocosa y un repliegue membranoso de los propios progenitores que transportan entre sus patas el único huevo o aquellas que han de construir auténticas obras de ingeniería con su propia saliva o con materiales procedentes de los vegetales, fibras y ramillas, de animales, pelo y lana, o de su propio cuerpo, plumas suaves de fina textura en el primer caso los ejemplos más característicos son ciertos pingüinos que caminan inestablemente llevando a su futuro descendiente entre las palmeadas patas y se turnan en la posesión del mismo de forma que alternativamente el macho o la hembra se erige en cuidador del gran huevo, cuyo embrión perecería en poco tiempo expuesto directamente a las temperaturas polares.
Constructores especializados, casi auténticos arquitectos, pueden encontrarse en especies de reducido tamaño comúnmente comercializados en las pajarerías, entre los que merece destacar a los tejedores policromos y cantarines. En el ámbito de la pajarera, bien sea exterior o interior climatizada, hemos de situar receptáculos y materiales adecuados que inciten la nidificación de las aves mantenidas. Algunas especies parásitas, como ciertas viudas, necesitan la convivencia con sus huéspedes habituales, de forma que cuando éstos nidifiquen la especie ‘parásita’ deposite su huevo en el nido de los confiados pajarillos que alimentarán un hijo ajeno sin advertirlo.