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El Celo En Los Gatos

Sexualidad del gato

Sigilosos, elásticos, misteriosos y míticos, los félidos son carnívoros solitarios, excepción hecha del león, con una sexualidad muy fuerte, que en el gato se acentúa por la frecuencia de los períodos de celo de las hembras.

Desde los seis meses de vida hasta los nueve o diez, comienza la madurez sexual de las gatas. Los machos, menos precoces, son aptos para la procreación desde los nueve u once meses. Sin embargo, no es conveniente utilizar como semental a un gato que no haya cumplido sobradamente el año de edad ni tampoco permitir que una hembra quede cubierta antes de los nueve o diez meses de vida.

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Los machos, a partir de la plena madurez sexual son capaces de aparearse siempre que las gatas se lo permitan, y éstas tienen períodos de celo de forma casi continua cada dos o tres semanas. Se citan dos épocas especialmente álgidas en nuestras latitudes: desde enero a marzo y el período comprendido entre la segunda quincena de mayo y finales del mes de julio, pero la realidad es que prácticamente la frecuencia de los períodos de celo en las hembras de esta especie se sucede de forma aleatoria, frecuente e ininterrumpida durante todo el año. Probablemente, esta sucesión de los períodos fértiles se alarga por las condiciones de calefacción de las viviendas que acogen a estos interesantes animales de compañía.

El apareamiento

Debemos insistir en la conveniencia de no permitir las relaciones en ejemplares jóvenes (doce meses para los machos y nueve o diez en las hembras), así como la buena práctica de aparear ejemplares jóvenes o primerizos con parejas de cierta experiencia, regla válida para machos y hembras.

La elección de los reproductores en los gastos de pura raza exige gran conocimiento y puede considerarse como auténtica ciencia en la que la fisiología, la genética e incluso la etiología entremezclan sus especialidades para tratar de obtener descendencias homogéneas, sanas y con unas características específicas muy concretas. Las hembras, a partir de los seis meses, demuestran su receptividad mostrándose más ‘cariñosas’ que lo habitual, frotándose contra personas y enseres, revolcándose y efectuando cabriolas y piruetas muy características y maullando de forma sobrecogedora e intensa. Además, la orina tiene un olor especial, muy fuerte y característico, que sirve de perfume atractivo a los machos de la vecindad. Insistimos en que las personas que no desean dedicarse a la cría de gatos, que habiten en un piso o apartamento ciudadano, han de castrar a sus pupilos.

La castración, por contra, no tiene ningún efecto perjudicial demostrado en la salud de los gatos y evita las molestias que puede entrañar la convivencia con animales de sexualidad tan elevada. Elegidos los reproductores, se juntan macho y hembra en un jaulón de apareamiento o habilitación grande cerrada y sin molestias por parte de sus dueños. Las gatas primerizas son muy esquivas y pueden herir a un gato inexperto que intente el acoplamiento sin ser ‘invitado’ a ello. Cuando la hembra cede, el macho la monta rápidamente, retirándose con brusquedad e irritando por ello los órganos genitales de la gata, debido a las escamas córneas que recubren su órgano reproductor. A veces, el matrimonio no se consuma por rechazo sistemático de la hembra o inexperiencia del gato. No se insistirá separando los ejemplares hasta el siguiente celo. La duración del período receptivo en las hembras oscila entre tres y nueve días terminándose tras las pertinentes cubriciones.