Compañero de viaje
La tradicional convivencia entre los canes y los seres humanos ha evolucionado paralelamente al desarrollo industrial experimentado por las sociedades modernas. Antaño, el caballero que a lomos de su montura recorría la campiña, era acompañado en carrera por sus fieles perros. Hoy en día, la montura común ha sido desplazada por el automóvil, capaz de recorrer enormes distancias en muy poco tiempo.
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También en este medio mecánico de transporte nos hacemos acompañar de nuestros inseparables animales. Sin embargo, la habituación a tan singular situación debe ser estudiada cuidadosamente con arreglo a las leyes de circulación rodada. Muchas personas amantes de los animales piensan que éste debe ir ‘sentado’ en un lugar de honor, en el asiento contiguo al conductor o sobre la tapicería trasera. Sin embargo, este cariño, mal entendido, puede provocar un gravísimo accidente en el que, infortunadamente, podrían verse implicados otros vehículos. Un movimiento brusco, la aparición de un rebaño de ganado en el horizonte o la presencia de otros animales tal vez induzca al mimado can a ladrar o abalanzarse, sin querer, sobre el conductor, dificultando la maniobra o asustándole de tal manera que se produzca el accidente. La normativa vigente en muchos países exige el aislamiento del animalito de la cabina de los pasajeros mediante una reja o verja, que puede ser desmontable, y de las que existen diferentes modelos adaptados a casi todos los automóviles de serie. Tampoco es conveniente que el perro pueda llevar la cabeza fuera de la ventanilla, en primer lugar por el riesgo evidente que esto comporta para la propia salud e integridad física del animal.
Otro sistema muy empleado, que en nada incomoda al irracional viajero, consiste en tapizar el cofre trasero de los automóviles de tres volúmenes con esterilla autoadhesiva y adaptar a la cerradura un sistema que permite cerrar con llave el portón del maletero de forma que el confinamiento no es hermético y deja una abertura de 4 ó 5 cm, que asegura la circulación necesaria de aire sin permitir una entrada turbulenta del viento perjudicial para el viajero. La esterilla tiene por objeto permitir la estabilidad del perro en curvas o virajes, pues sin ese soporte podría resbalar y golpearse con los laterales del recinto o marearse con el movimiento del automóvil. Los modelos ‘break’ de tres o cinco puertas son muy indicados para separar con una reja el espacio útil dedicado a los perros.
Consejos para el trayecto
Los animales poco habituados deben ser progresivamente acostumbrados a este tipo de transporte mediante viajes cortos, que supongan el preludio de un gratificante paseo por el campo. En vísperas de un recorrido considerable, el perro no debe comer durante doce horas antes de la partida y una hora antes puede dársele un comprimido contra el mareo de los utilizados en pediatría. No se circulará en circunstancias de calor sofocante y cada tres horas aproximadamente debe efectuarse una parada, preferiblemente en el campo, de forma que se ofrezca agua en el bebedero habitual y pueda el animalito evacuar los eventuales residuos orgánicos.
Hasta no finalizar el trayecto, no se suministrará ningún alimento al perro, pero contrariamente se le habrá permitido beber con moderaciún en cada parada. Durante los veranos muy cálidos se viajará preferentemente por la noche y nunca se dejará al animalito encerrado en el vehículo, ni aunque nos parezca que gozará de alguna sombra.