Limpieza del fondo
En todos los acuarios, incluso los muy grandes y poco poblados de peces, es necesaria una limpieza periódica que asegure el buen estado del agua, proporcionando la contemplación de un ‘paisaje grato’, de extremada nitidez. La frecuencia de esta operación es muy variable y puede dilatarse de uno a tres meses, incluyendo la retirada de una parte del agua y su sustitución por agua nueva desclorada. Lógicamente, debe aprovecharse la manipulación para retirar los peces muertos, si los hubiere, y para efectuar las comprobaciones de las condiciones químicas del medio (pH, DH, y concentración de nitritos y nitratos disueltos).
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En todos los comercios del ramo se encuentran unos aparatitos llamados limpiafondos, que se acoplan al compresorcito o aireador y mediante un dispositivo de tipo ‘Venturi’, recogen la suciedad depositada en el fondo, que se ve arrastrada junto con el agua, y pasando por una manga de tela, colador fino, queda en el tejido, mientras que el líquido es devuelto al recipiente. Esta operación, sin duda útil y necesaria para retirar los residuos sólidos, debe complementarse con el sifonado cuidadoso de la capa de agua contigua al fondo, de forma que nunca se retire más de la tercera parte del volumen to tal. La norma más usual estriba en cambiar una quinta parte del volumen con el que arrastramos también los detritos mucosos y semisólidos procedentes de los excrementos de los peces y de las partes de los vegetales que se pudren casi inadvertidamente.
Una tubería de goma elástica de 1 cm de diámetro y suficiente longitud para que desagüe en un sumidero o cubo de buena capacidad, se llena de agua en el grifo, presionando con la yema del dedo los dos extremos. Seguidamente, con el extremo superior siempre obturado con el pulgar se introduce éste en el acuario, dejando el extremo inferior sobre el recipiente en donde se recojan los desperdicios y se destapa el extremo inmerso en el acuario. La diferencia de presiones que se establece origina una succión violenta que arrastra el agua y la suciedad, pero que también puede absorber arena, e incluso los peces si no tenemos cuidado en el movimiento y recorrido que hagamos con la goma. Si un pez es ‘capturado’ por el remolino, dependiendo de su tamano quedará desventrado o pasará sin daño aparente hasta el cubo o el sumidero. Las plantas sumergidas también pueden ser deshojadas o arrastradas, por lo que debemos siempre mantener el pulgar preparado para taponar la boca de la goma. Tras retirar una quinta parte aproximada del agua vieja, se procederá a su sustitución con agua del grifo filtrada y desclorada, o con agua destilada, según las exigencias de las especies mantenidas.
Mantenimiento de los vidrios
Antes de proceder a los sifonados descritos es conveniente limpiar los cristales a través de los cuales observamos el acuario. Existen diferentes ingenios ‘rascadores’ que permiten eliminar las algas verdes y otras sustancias que se adhieren a la parte interior de los vidrios de los tanques. Una cuchilla-rascador que consiste, en síntesis, en una ‘hojilla de rasurar’, provista de un mango es suficientemente efectiva para dejar la superficie perfectamente limpia. También existen modelos más sofisticados, que quedan fijos al acuario y que son accionados desde el exterior por un pequeño mango provisto de un potente imán. Al deslizar la pieza por la superficie se desprenden las sustancias pegadas al cristal, pero tiene el inconveniente que necesitamos un aparatito por cada cara vista, ya que al estar fijo y adosado superficialmente no puede salvar las esquinas.