Madurez y declive en los felinos
Como todos los seres vivos, los gatos domésticos tienen un período vital variable entre ciertos límites pero que comprende unos años finales de disminución de las facultades físicas e incluso ‘psíquicas’ de los animalitos. Sin embargo, su tradicional carácter independiente, así como el hieratismo de sus actitudes, nos hace menos evidente la vejez, que poco a poco irá minando la resistencia de tan particular animalito.
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A partir de los ocho, tal vez nueve años de edad, los mininos se tornan más perezosos, parecen dormir más rato en su cojín o rincón favoritos, y asimismo pueden comenzar a engordar excesivamente, sufriendo con mayor frecuencia diversas enfermedades. Los ejemplares que tienen la oportunidad de entrar o salir del hogar y hacer sus escapadas periódicas raramente sufren el problema de la disminución vital, que fatalmente acompaña las edades avanzadas pues simplemente un buen día desaparecen casi misteriosamente, víctimas de algún accidente, o se tornan hogareños, sedentarios y remolones.
Cuidados diarios
Aunque ya hemos apuntado la aparente inexistencia de los clásicos achaques seniles tan evidentes en otras especies animales, el propietario de un gato debe modificar suavemente, a partir de cierta edad del minino, los hábitos alimenticios, asi como la frecuencia de las revisiones veterinarias, que han de dispensarse. La carne, cordilla y otros alimentos proteínicos deben irse reduciendo en cantidad, si bien se incrementarán en calidad y estarán muy finamente picados o triturados. En el caso de que el animal estuviera habituado a consumir pescado exento de espinas, ‘pasado a la plancha’, se sustituirá poco a poco por congelados blancos que se hiervan someramente con una gotita de aceite y a los que
pueden añadirse unas gotas de concentrado líquido de carne. Los preparados enlatados han de restringirse lo más posible, así como los desayunos, que podrán incluso suprimirse.
El capítulo de cuidados e higiene puede también necesitar algunos reajustes, tanto más evidentes cuanto mayor sea la edad del felino. Como podemos fácilmente comprender, variará sustancialmente en función del tipo de pelaje del animalito, según éste sea corto, como el de siameses y europeos, o largo, como en persas, angoras’ balineses, birmanos, etc. Desde muy jóvenes, los gatos dedican largas horas diarias a su aseo externo mediante lenguetazos directos o ayudándose de las patitas delanteras como cepillos para la cara y el cuello. Durante esta higiene, el pelo muerto es ingerido junto con la saliva e incorporado al aparato digestivo del ejemplar. En todas las razas, las madejas de pelo son eliminadas
regularmente con las deyecciones e incluso parece que pueden actuar positivamente en la digestión y asimilación de alimentos, así como en la eliminación de las heces. Sin embargo, la vejez induce una dificultad en los procesos alimenticios, y esas masas de pelos pueden originar auténticos tapones de molestas consecuencias, que se agudizan en las variedades de pelaje sedoso y abundante. De forma instintiva, los gatos ancianos omiten progresivamente la autolimpieza de la capa, que habrá de ser asumida por los propietarios mediante cepillados suaves, pero profundos, e incluso la limpieza de zonas perioculares y próximas el hociquillo con un algodón impregnado en agua tibia.
Si las enfermedades aquejan de forma crónica a nuestro minino, habrá de ser el veterinario quien decida cuando deben terminar sus sufrimientos.