Autosuticiencia del gato doméstico
El término se aplica a todo aquel gato que hasta cierto punto ha vuelto a ser salvaje y tiene poco contacto con humanos. El gato asilvestrado o callejero puede ser un gato que ha sido abandonado, huido de sus amos, perdido por sus dueños, o ser un descendiente de gatos en esta situación.
Todo gato lleva inherente en sus genes los instintos básicos de su estado salvaje y se acerca a los humanos por una actitud más de conveniencia y comodidad que de ingentes lazos de sentimientos de afecto. Esto no descarta que algunas mascotas felinas lleguen a tener fuertes lazos afectivos con seres humanos. Sin embargo, no se debe olvidar que el gato es un animal domesticado hasta cierto punto, es decir, que depende del hombre para vivir en plenitud y comodidad.
Los gatos asilvestrados pueden vivir solos, aunque suelen formar grupos llamados «colonias». Normalmente las colonias de gatos callejeros se ubican en lugares donde pueden sobrevivir, sea porque los alimentan o por abundancia de roedores. En las colonias ya constituidas es muy difícil que entren gatos nuevos, porque los gatos son animales muy territoriales.
A pesar de que los gatos son animales muy adaptables, y en contra de la creencia popular, su expectativa de vida está reducida en un ambiente hostil. Debido a que los requerimientos proteínicos del gato son altos, es difícil para las colonias en medios urbanos satisfacer sus necesidades alimentarias. Los gatos que viven en la calle son muy susceptibles a enfermedades, atropellos, envenenamientos, etc.
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Gatos cimarrones
Aceptando esa idiosincrasia particularmente independiente del felino doméstico y dando por supuesta la población gatuna ‘callejera’, sin amos ni dueños, que vive paralelamente a la sociedad civilizada del hombre. Estos animales cimarrones o asilvestrados, nacidos incluso en el bosque, proceden de individuos maltratados o abandonados que huyeron del hombre, buscando seguridad y que incluso tienen un comportamiento similar a las especies salvajes.
La alimentación, esencialmente carnívora, de estos animales suele quedar asegurada por aves, roedores y otras especies suficientemente comunes en zonas de labrantíos o monte cerrado y bravío. Los finos sentidos, astucia y agilidad del gato se acentúan al tener que competir en plena naturaleza. Su cuerpo se desarrolla de forma increíble, llegando a alcanzar longitud y peso superiores a los del gato montés (Felis sylvestris) con el que puede cruzarse. Se citan ejemplares cimarrones de 110 cm de longitud y más de 13 kg de peso. Es curioso que todos los ejemplares procedentes de gatos domésticos de capas diversas evolucionan rápidamente hacia el tipo listado, jaspeado o ‘tabby’ de color básico qris parduzco, con las líneas más oscuras. Este tipo de pelaje ‘atigrado’, más bien corto, supone una ventaja adicional para estos felinos, que tienen que confundirse con el medio ambiente para acechar y cazar sus presas, así como para ‘camuflarse’ frente a eventuales enemigos.
A pesar de su poderío de carnicero indudable ferocidad y magnífica adaptación, estos gatos reinsertados a la libertad, suelen huir del hombre, no se acercan a zonas urbanas o rurales pobladas, aunque ciertas hembras preñadas o algunos animales que por algún accidente han perdido la facultad de capturar presas silvestres pueden penetrar en gallineros, granjas de conejos e incluso parideras de ovino para alimentarse y matar estas fáciles presas.
Nunca debemos perseguir o intentar aproximarnos a los gatos cimarrones, que, si se sienten acorralados, tal vez reaccionen violentamente atacándonos. Son difíciles de ver, casi no se hacen notar, pero son un peligro para el entorno natural y no deben incrementarse las poblaciones de estos felinos abandonando los animalitos que no queremos o que impiden nuestras vacaciones, posibilitando con ello una especie extraña en un ecosistema que no es el suyo propio.