Especies acuáticas
Muchos de los pequeños colúbridos que pueden ser cuidados en cautividad, utilizando ese volumen confinado que reproduce a nuestro gusto un rincón salvaje de la orilla de un río o un entorno tropical, tienen costumbres que incluyen la estancia de los ejemplares en las aguas de charcas, lagos o arroyuelos. Muchas especies del género Natrix tienen estos hábitos acuáticos, que nos obligan a preparar un acuaterrario muy particular donde albergarlas.
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En primer lugar, hemos de plantearnos correctamente la construcción del recipiente de forma ordenada, en función del ofidio que queremos cuidar. Montar un terrario mixto, acuático y terrestre según el espacio de que dispongamos, adaptándolo a un hueco del salón nos traerá, a posteriori, enormes problemas, ya que habremos de buscar el animalito capaz de vivir en ese espacio cuando lo más lógico es pensar el huésped que deseamos mantener y proporcionarle el lugar a ‘la medida’ que siempre nos parecerá mayor de lo que hayamos pensado. Las reducidas dimensiones de los modernos apartamentos no suelen permitir este tipo de aficiones, que como primera regla necesitan de espacio suficiente.
Los mínimos dimensionales, por regla general, en lo que concierne a los colúbridos que requieren soporte terrestre y acuático, aconsejan longitudes de vivarios que tengan al menos dos veces la
longitud máxima que suelen alcanzar los ejemplares en la parte ‘seca’ y una vez y media en el recipiente con agua. Estas dimensiones han de complementarse armónicamente en anchura y altura,
ofreciendo el resultado volumétrico de nuestro terrario.
Disposición y montaje del acuaterrario
Sin separarnos sustancialmente de las especificaciones generales de construcción y adecuación de vivarios de ofidios y habiendo fijado según las normas anteriores las dimensiones mínimas, procuraremos obrar con generosidad, ya que cuanto más superficie ofrezcamos al animal cautivo mayores serán las probabilidades de perfecta aclimatación y eventual reproducción. Si la culebra necesita ambiente tropical, deberán preverse los sistemas de calefacción de la pileta y de la zona terrestre: para la primera, suele bastar con una resistencia sumergida ‘de acuario’, dotada de termostato incorporado y cuya potencia sea aproximadamente igual a un vatio por cada litro de agua de forma que, si la parte acuática recibe 30 litros de agua, será suficiente un calentador de 30 W de potencia.
La transición entre los dos medios será suave, lograda mediante el montaje de piedras de río en la cubeta por la parte adyacente al bloque seco. En cuanto a éste puede aclimatarse con bombillas verticales montadas sobre un soporte de fondo y protegidas por cilindros metálicos de hojalata y otros exteriores de malla fina metálica. Este sistema ‘Tofohr’ muy práctico y casero, ha sido superado por el moderno utillaje de placas calefactoras de 20-30 W de potencia máxima, que distribuidas bajo la arena y reguladas por termostatos de superficie mantienen a la perfección las constantes térmicas requeridas.
La instalación fácilmente desmontable e intercambiable para permitir una limpieza perfecta habrá de completarse con una rampa luminosa completa y si la especie mantenida sufre hibernación, con otro terrario frio ubicado en otro rincón diferente.
Una vegetación exuberante de tipo tropical permite un ambiente perfecto, que sólo habrá de recibir pulverizaciones de agua mediante nebulización hasta conseguir la higrometría necesana, que suele oscilar entre 75-900 Hr.