Métodos de caza
La finalidad de la captura para obtener ejemplares destinados a ser muertos, disecados y extendidos o como origen de estirpes susceptibles de criarse en cautividad para su estudio, observación o como base alimenticia de otros animales (pájaros, anfibios, peces, mamíferos, etc.) e incluso como fuente de adultos perfectos, sin roturas ni ‘descamaciones alares’, que puedan ser sacrificados e incluidos en las cajas o ‘cuadros de mariposas’, requiere una diversificación y especialización en cuanto a las técnicas precisas para cazar los ejemplares silvestres.
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Material necesario
De casi todos es conocida la figura injustamente maltratada del entomólogo que, en calzón corto, persigue una mariposa dando mangazos a ‘diestra’ y ‘siniestra’, con un embudo de tela fina sustentado por un aro metálico y un largo mango. La red o ‘cazamariposas’, de la que existen modelos desmontables, muy sofisticados, consta de un soporte alargado que se ase por un extremo, mientras que en el contrario soporta un círculo o línea cerrada, a la que va cosida una especie de embudo largo de tul, muy fino o seda transparente, que recoge a la mariposa. Además de la ‘manga’ debemos llevar una serie de trascos especiales con sustancias tóxicas para sacrificar rápidamente los insectos cazados. Unos sobres pequeños semitransparentes nos permitirán ‘almacenar’ las mariposas, anotando además la fecha, lugar y biotopo en el que se consiguió el ejemplar. Alfileres entomológicos, pinzas y etiquetas, que pueden transportase en unos cinturones o ‘cananas’ especiales completan el equipo básico necesario.
Lugares y formas de captura
Cuando queramos iniciar una colección sin buscar expresamente una determinada especie, hemos de adquirir, en primer lugar, una ‘guía de campo’ de las mariposas del país o región que frecuentemos. Mediante consulta previa con las autoridades de los departamentos forestales, rurales o de medio ambiente nos aseguraremos de que podemos cazar mariposas y qué especies están protegidas, debido a su escasez o peligro de extinción.
Resueltas estas condiciones iniciales, buscaremos valles, praderas, zonas aledañas a riachuelos o claros de bosques que tengan vegetales en flor, mejor cuantas más especies distintas se agrupen. Alrededor de las inflorescencias o posadas en ellas veremos mariposas, cuya captura se intentará con un golpe rápido de la ‘manga’ en sentido horizontal, nunca de arriba hacia bajo, pues podemos rasgar la tela o estropear el ejemplar. Un instante después de apercibida la mariposa en el interior de la red, y mediante un giro de muñeca, se forma una bolsa con el extremo del embudo de tela apoyado sobre el aro, como se muestra en la imagen, para impedir la huida del insecto. La fase posterior consiste en la observación minuciosa del ejemplar cazado a través de la sutil tela, para comprobar que no es una especie protegida o incluso el sexo y estado de las alas. Si la mariposa conseguida está algo estropeada, es una hembra de una variedad poco frecuente o se trata de un espécimen sometido a medidas de veda por las autoridades locales; se procederá a su liberación inmediata. Caso contrario, es preciso extraerla de la trampa con cuidado de no ajar las alas o romper patas y antenas. Asido el animalito suave, pero firmemente por el tórax, entre los dedos pulgar e índice, se presiona el mismo dos o tres veces para inmovilizar los músculos alares. Después se introduce en el bocal provisto de veneno o se
introduce cuidadosamente en uno de los sobres que llevamos al efecto.